21 de noviembre de 2008

Supervivencia

De todas las estrategias con que una especie asegura su supervivencia (procrear con una alta tasa de nacimientos para equilibrar las posteriores depredaciones, contar con camuflajes naturales, parasitismos, alianzas de mutuo beneficio, etcétera) podríamos separar dos: a) la de imponerse en el ecosistema como la criatura más fuerte, convertirse en un contrincante temible para así asegurar la perdurabilidad; y b) la de ampliar al máximo posible la versatilidad de la criatura, para sobrevivir en cualquier terreno, con economía de medios y una firme resistencia basada, no en la invulnerabilidad, sino más bien en la capacidad de recuperación.

Las dos son manifestaciones de indestructibilidad, aunque opuestas por el vértice: la primera es la de la resistencia mediante la fuerza o la fiereza; la segunda, la de la resistencia a través de una fragilidad que, a pesar de sí misma, es capaz de regenerarse para no morir.

Hablamos aquí de cómo dos criaturas (en el sentido de creaciones, de la naturaleza o humanas) consiguen taladrar el tiempo para convertirse en símbolos de resistencia y perdurabilidad: la resistencia del acorazado, del cuerno fiero capaz de un arrebato de ira; la resistencia del diseño memorable y la mecánica versátil de las refacciones.No hay repuesto para las piernas de un rinoceronte. Por eso antes de que uno pueda aproximársele, la pierna se mueve, el animal rasca el suelo con una pezuña, se sacude el polvo de la coraza y blande un cuerno que lo hace temible. La estrategia del Citroën es la inversa: el automóvil es dócil, se deja montar por quien sea, pide poco para moverse. No se defiende. ¿Y si por esa actitud indiferente perdiera una rueda? ¿Un farol? No importaría: para todo hay repuesto. Por eso el 2CV no tiene cuernos ni coraza. No necesita defenderse de antemano. Es resistente al daño (al tiempo) gracias a que en él todo tiene recambio.

Ambos entonces desarrollan su propia manera de conservarse como seres u objetos; esa perdurabilidad les garantiza que también duren sus imágenes, para que se transformen en iconos. Una vez alcanzado ese status simbólico, ambos se vuelven fichas combinables, por yuxtaposición, por similitud, por oposición… Así pueden participar de la retórica, de la estética, de todas las funciones de la sensibilidad y el intelecto.

No hay que estar enfermo de entrelíneas para escarbar en la secreta relación de las cosas más disímiles. Los posibles puentes de sentido son infinitos. En esa multiplicidad reside la supervivencia del Arte.

2 comentarios:

Negativland dijo...

Martin, tus textos siempre mueven algo en mi cabeza... sera la simplidad de tus palabras que aclaran y despejan caminos, que encuentro ocultos o complejos cuando me echo a recorrerlos...

Grosso!

Anónimo dijo...

Gracias por leer, loco. Te mando un abrazo ¡y adelante con ese blog!