es
que
siempre
estuvo ahí,
madre del tiempo,
piedra sobre piedra
Él
la imagina
desde el llano
y ansía subirla.
Triunfar, cree, es
alcanzar esa cima.
Así
es como
nacen los símbolos:
de un deseo simple y llano.
La altura
significa Poder:
nadie arriba de él
y él sobre todos los demás.
Pero
¿y si donde él vive
no hay montañas que subir?
Entonces él las construye, o sea:
él manda que otros las construyan.
Una
montaña para
él. Lo más alta posible.
Miles
de esclavos mueren
para que él tenga su montaña.
Caen
exhaustos,
por cientos, porque
el trabajo supera sus fuerzas.
No es tan buen negocio como parece.
A
ésas,
sus montañas,
él las llama pirámides.
A
esos
esclavos,
por el momento,
él los llama esclavos.
Pasa
el tiempo
(que para eso está).
Los
turistas
visitamos todas
esas viejas pirámides...
mientras
las fuerzas
de los esclavos
son estudiadas a fondo.
Esos
estudios por fin
concluyen que los esclavos,
para que le sigan siendo útiles
a él, deberían alimentarse mejor
y hacer mucho ejercicio diariamente.
Esta
conclusión
se destila en
nuevas pirámides.
Eso:
que coman bien, ellos,
los saludables que nunca
llegarán a la cima: los esclavos,
que con el tiempo fueron cambiando de nombre
para seguir construyendo las pirámides que él ansía.
Y es cierto:
también las ansias de él
que quiere estar allá, arriba de todo,
son estudiadas a su tiempo y organizadas,
claro que sí, en otra pirámide, como corresponde
también
la manera en que él
administra su imperio de alturas
va a parar a una pirámide ejemplar
Pero
cuando
le pregunten
por los de la base de la pirámide
él hará como que le hablan de otra cosa,
y no
se referirá
a sus esclavos,
sino a “la población”
y nos mostrará otra pirámide
y no
nos hablará
de esclavos, no:
dirá que son seres humanos
y nos mostrará una pirámide más humana
mucho
más entretenida
que aquella en la que
sólo quiere encaramarse él.
O
en
vez de
hablarnos
de su poder,
preferirá hablarnos
de su gran amor por el Arte
(aunque de
las otras pirámides humanas,
esas con las que el Arte sabe representar
nuestro naufragio, de ésas, no sabrá decir nada)
A
las pirámides
que nos hunden en la pobreza
a ésas las tergiversará, o las omitirá.
Y
así con
esclavos,
con mentiras,
con arte y poder,
él construirá su pirámide:
un tetraedro, una tumba de aristas
perfectas para su ego y su ambición.
Y
ya dentro
de su túmulo
no querrá admitir
que no está en la cima
de aquella montaña primera
que jamás habrá sido suya, sino
a la entrada de otros abismos ajenos a su dominio.
que
siempre
estuvo ahí,
madre del tiempo,
piedra sobre piedra
Él
la imagina
desde el llano
y ansía subirla.
Triunfar, cree, es
alcanzar esa cima.
Así
es como
nacen los símbolos:
de un deseo simple y llano.
La altura
significa Poder:
nadie arriba de él
y él sobre todos los demás.
Pero
¿y si donde él vive
no hay montañas que subir?
Entonces él las construye, o sea:
él manda que otros las construyan.
Una
montaña para
él. Lo más alta posible.
Miles
de esclavos mueren
para que él tenga su montaña.
Caen
exhaustos,
por cientos, porque
el trabajo supera sus fuerzas.
No es tan buen negocio como parece.
A
ésas,
sus montañas,
él las llama pirámides.
A
esos
esclavos,
por el momento,
él los llama esclavos.
Pasa
el tiempo
(que para eso está).
Los
turistas
visitamos todas
esas viejas pirámides...
mientras
las fuerzas
de los esclavos
son estudiadas a fondo.
Esos
estudios por fin
concluyen que los esclavos,
para que le sigan siendo útiles
a él, deberían alimentarse mejor
y hacer mucho ejercicio diariamente.
Esta
conclusión
se destila en
nuevas pirámides.
Eso:
que coman bien, ellos,
los saludables que nunca
llegarán a la cima: los esclavos,
que con el tiempo fueron cambiando de nombre
para seguir construyendo las pirámides que él ansía.
Y es cierto:
también las ansias de él
que quiere estar allá, arriba de todo,
son estudiadas a su tiempo y organizadas,
claro que sí, en otra pirámide, como corresponde
también
la manera en que él
administra su imperio de alturas
va a parar a una pirámide ejemplar
Pero
cuando
le pregunten
por los de la base de la pirámide
él hará como que le hablan de otra cosa,
y no
se referirá
a sus esclavos,
sino a “la población”
y nos mostrará otra pirámide
y no
nos hablará
de esclavos, no:
dirá que son seres humanos
y nos mostrará una pirámide más humana
mucho
más entretenida
que aquella en la que
sólo quiere encaramarse él.
O
en
vez de
hablarnos
de su poder,
preferirá hablarnos
de su gran amor por el Arte
(aunque de
las otras pirámides humanas,
esas con las que el Arte sabe representar
nuestro naufragio, de ésas, no sabrá decir nada)
A
las pirámides
que nos hunden en la pobreza
a ésas las tergiversará, o las omitirá.
Y
así con
esclavos,
con mentiras,
con arte y poder,
él construirá su pirámide:
un tetraedro, una tumba de aristas
perfectas para su ego y su ambición.
Y
ya dentro
de su túmulo
no querrá admitir
que no está en la cima
de aquella montaña primera
que jamás habrá sido suya, sino
a la entrada de otros abismos ajenos a su dominio.
2 comentarios:
No sé si se borró el comentario anterior, pero te decía que hace poco estuve en las montañas, en el cerro colorado y en bariloche, y la verdad es que prefiero aferrarme a la tierra, cuando estás en la cima el abismo estremece. También disfruto de caminar por las sierras pero es distinto no?
excelente lo tuyo, me gustó mucho lo de los bigotes también, yo a veces me los pinto
Gracias por el comentario, Carmen. Si te pintás los bigotes, te va a gustar cierto detalle de la peli Las mantenidas sin sueños, de Vera Fogwill.
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